Amigas, amigos, amigues, cercanos y lejanos,
Quisiéramos darles la bienvenida al bailatón, “Dance to Resist, SOS Colombia”. Este evento se lleva a cabo dentro del marco del Paro Nacional que desde el 28 de abril tiene lugar en varias ciudades, pueblos, calles y carreteras de Colombia. El baile es una actividad donde los colombianos nos reconocemos porque nos gusta el goce y porque vemos a través de música y los bailes, la resistencia de nuestros pueblos a lo largo de la historia. Cuando el colono español dividió y reagrupó a los esclavos africanos de distintos orígenes y procedencias en la nueva América, lo hizo para que no tuvieran lengua, ni cultura, ni raíz común, y ahí el baile los unió. Cuando el fortalecimiento de la idea de una cultura afroamericana a través del baile se hizo inminente, el colono declaró prohibidas sus reuniones e intimidó con un castigo de 200 azotes al esclavo negro, y ahí el baile se mostró más fuerte que el miedo y se bailó para resistir. El baile nos une, sin temores ni límites. Ante la monotonía del poder, la represión y la violencia, el baile ha sido siempre polifónico y disruptivo. Ha ido siempre un paso adelante de lo silenciado y lo prohibido, ha desencajado los roles, ha invertido los papeles y hecho que los que nunca cuentan, por fin cuenten.
Hoy día, el grupo Catleya nos presenta bailes típicos del caribe colombiano como el bullerengue, la cumbia y el mapalé. Estos bailes cantados nacen de la urgencia de los pueblos por buscar refuerzos y cantar su libertad cambiando el curso de la historia. Desde mucho antes de ser Colombia una nación, estos bailes ya nos habían unido en nuestra diferencia. Son estas las herencias con las que hoy gozamos y bailamos todos los colombianos: el que es de ciudad, de campo, de vereda o de corregimiento; el que es mulato, mestizo, blanco o trigueño. Profesor, policía, estudiante, gerente, celador, diputado, cristiano, ateo o protestante, a todos… el baile nos ha unido.
Seguir el ritmo de estas músicas es como aceptar el flujo de los ríos; es mirarnos a los ojos en este momento histórico y con los movimientos controlados decirnos que juntos somos el amparo que necesitamos para cambiar el cauce de las aguas. Hoy queremos invitarles a pensar el baile como resistencia a la quietud. Bailar con sí mismo interrumpe la quietud del cuerpo, la soledad y el sentimiento de impotencia. Bailar con el otro es un juego de sincronización y de pactos, una relación equilibrada de poderes. Sacudamos entonces nuestras memorias mientras ofrecemos nuestros gestos aquí como refuerzo para los que están allá, solos de miedo en sus casas o en colectivo en las calles luchando por la justicia de un pueblo que se reinventa, caminando y bailando la palabra de paz.
Porque cuando la educación nos fue negada, ¿cómo nos narramos? … con el baile!. Cuando la salud y la atención nos fue negada, ¿cómo nos curamos?… con el baile! Cuando no nos dieron hogar y nos forzaron a abandonar nuestras tierras, ¿en dónde nos refugiamos? en el baile! Y ahora cuando intentan silenciarnos… ¿Cómo nos expresamos? bailando! Por eso hoy bailemos, celebremos, lloremos y resistamos para volver a esa raíz que es común a todos, todas y todes!!!
Escrito por: Ana Maria Bresciani y Ana Maria Ramirez